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Cómo educar

Llegar a tiempo al colegio y al trabajo todas las mañanas. Cumplir con los objetivos laborales. Encargarse de las tareas domésticas. Ayudar en las tareas del colegio. Llevar a nuestros hijos a sus actividades extraescolares, etc.

La mayoría de nuestros días son vividos a bordo de un tren de alta velocidad. Llegar al final del día se convierte en toda una odisea en nuestra rutina. Por esto, lo lógico, y fácil en el día a día que nos desborda, es intentar resolver los problemas que nos surgen con nuestros hijos a corto plazo.

¿Cuántas veces utilizamos frases como…?:

  • Si haces los deberes, te dejo jugar al móvil.
  • Si te portas bien, te compro una bolsa de patatillas cuando salgamos del supermercado.
  • Si apruebas, te compro un móvil.
  • Si el profesor me dice que te has portado mal. Te quito la PlayStation / Tablet / Videoconsola.

¿Cuándo lo hacemos?

Por ejemplo, cuando nuestro hijo quiere quedarse un rato más viendo esa película que tanto le gusta. O cuando quiere quedarse un ratito más jugando en la hora del baño. Y nuestra respuesta ante su petición es NO, normalmente nuestra contestación va seguida de razones como: “porque lo digo yo”, “porque es lo que toca”, “ya está bien”, “es suficiente”, “te cuento hasta tres” … Y de esta manera damos por resuelto el conflicto.

¿Qué suele ocurrir?

Por lo general, el niño dejará esa tarea que esté haciendo por la reprimenda o la repercusión que pueda ocasionar no hacerlo a corto plazo, pero ¿nos hemos detenido a pensar por qué motivo quieren seguir con esa tarea? ¿Les hemos dado oportunidad de negociar con nosotros o intentar que defiendan, al menos, sus argumentos? ¿Les hemos dado un momento para ser escuchados?

¿Educamos a corto o a largo plazo?

Normalmente, en la educación intentamos buscar soluciones que nos resuelvan el problema en el momento actual y que nos evite situaciones difíciles o malos comportamientos, recurriendo así a métodos de disciplina eficaces a corto plazo: castigos, gritos, amenazas, chantajes. En general, suelen modificar la conducta del niño en ese momento por lo que, a priori, suelen ser efectivos.

Sin embargo, si nos paramos a reflexionar, el problema vuelve a surgir. Nuestros hijos vuelen a querer quedarse un ratito más con sus juguetes, vuelven a querer quedarse un ratito más en la hora del baño… entonces, ¿son verdaderamente eficaces estos métodos?

A menudo nos centramos en resolver conflictos a corto plazo sin llegar a pensar lo que aprenden nuestros hijos a largo plazo. ¿Qué están aprendiendo mientras les gritamos? ¿Qué están aprendiendo cuando hay una amenaza ante una conducta que no se hace? A corto plazo aprenden a modificar esa conducta, pero a largo plazo están aprendiendo a que es válido gritar para conseguir algo, a realizar las conductas por miedo…

Cómo hacerlo a largo plazo

Para educar a largo plazo tendremos que fijarnos en el final, ¿qué queremos que aprendan nuestros hijos en un futuro? ¿Qué valores queremos que tengan como personas adultas que serán? ¿Queremos que sean autónomos o sumisos y obedientes?

Cuando educamos a largo plazo, educamos en valores y en habilidades sociales, capacitamos a nuestros hijos para resolver sus problemas, les ayudamos a pensar y formar su propio criterio, ellos aprenden a tomar sus decisiones y a asumir las consecuencias. Las respuestas a los conflictos a corto plazo se resuelven casi de manera automática, al menos gran parte del tiempo.

Si conseguimos que nuestros hijos se sientan importantes. Y que pertenecen a un grupo, colaborarán y se implicarán más. Si los escuchamos y tenemos en cuenta lo que ellos quieren decir, también ellos nos escucharán. Si tenemos en cuenta sus opiniones y valoramos sus propuestas participarán en el proceso de encontrar soluciones a los problemas.

Además, la motivación es otra forma que no es la más fácil pero sí más sana y exitosa a largo plazo. Motivar es mostrarles las consecuencias de sus actos, es enseñarles que, si eligen ese camino, será más probable que obtenga consecuencias positivas. Y si no siguen ese camino que les mostramos, y es posible dejarles decidir porque no corren riesgos irreversibles, dejemos que se den cuenta de las consecuencias, que se equivoquen, hay momentos donde dejar que cometan errores es necesario para que aprendan.

María Jesús García

Neuropsicóloga

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